Fueron 20 días. Todavía recuerdo lo feliz que estaba de hacer ese viaje en familia, lo emocionada que estaba de ver a todos mis primos y abuelos que hace tanto tiempo no veía. Iba a ser sólo un viaje en el cual recordaríamos viejos tiempos y la nostalgia nos ahogaría. Pero jamás pensé encontrarte a ti. Cuando te presentaron parecía como si ya te hubiera conocido, y en verdad era así, pero teníamos cinco años y luego de doce años no era fácil recordarlo. Creo que todos rápidamente dedujeron lo que pasaría ¿no crees? Por qué las bromas entre nosotros iban y venían al antojo de ellos. Solíamos encontrarnos en el lago. Íbamos todos a bañarnos en él, y al atardecer volvíamos solo los dos. Solías molestarme con lo mala que era pescando, me regañabas por no hacerlo bien y luego volvías a pedirme perdón por lo que me habías dicho, pero la verdad es que yo no me enojaba cuando me lo decías, claro que no. ¿Es que no te dabas cuenta de que cada vez que me pedías perdón me besabas? Ajá, me aprovechaba de cada situación para volver a sentir tus labios en los míos. Pero hay un día que jamás se me olvidó. Está tan grabado en mi cabeza que podría contarte lo que pasó cada segundo. Ambos sabíamos que en tu casa no habría nadie, y que en la mía no se preocuparían si una noche no la pasaba con ellos. Tus ojos me lo decían todo. Sabía que estaba enamorada de ti y tú de mí por lo que esa noche me dejé llevar. Cuando el último día llegó la despedida fue lo peor, espera… no hubo despedida porque no fui capaz de despedirme de ti. Sabía que no podría por lo que preferí no hacerlo y los dos años siguientes te recordé como mi único amor de verano. Muchas veces me pregunté si pensabas tanto en mí como yo en ti y si la idea de volver a verme te volvía loco o no. La verdad es que moría por escribirte o llamarte, pero el miedo me inundaba y el rechazo no era algo que quería sentir. Y ahora, luego de tres años de ese verano, te tengo aquí frente a mí. Sólo a unos cinco pasos de distancia. En este pasillo lleno de gente puedo reconocer tus ojos, tu pelo y esa sonrisa que comienza formarse en tu rostro. Mi corazón comienza a experimentar latidos desenfrenados y en mi estómago una lluvia de mariposas se ha alojado. Das esos pasos que nos separan y te quedas observándome. Tantas veces me cuestioné si de verdad me quisiste, si seguías pensando en mí pero ahora lo veo claramente en tus ojos. Brillan como esa vez que nos conocimos y me gritan lo que siempre quise saber. Veo como levantas una mano y luego te siento acariciándome la mejilla. Y cuando decido soltar una palabra tú me interrumpes diciendo lo que siempre soñé:
—Al fin te vuelvo a encontrar, cariño.
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