lunes, 2 de junio de 2014

Una condición.

—¿De verdad me estás diciendo esto? —ella no daba crédito de lo que escuchaba.
—Así es.
—Pero… ¿Por qué ahora?
—Porque este era el momento —él respondió rápido.
—Te equivocas, el momento fue hace un año atrás cuando no sentía nada por ti, no ahora en el que ya no puedo vivir sin ti.
—Pues tendrás que hacerlo —volvió a insistir.
—¿Y si no quiero? ¿Y si no quiero vivir sin ti? —lo desafió.
—Tienes que hacerlo. Te lo pido.
—¿Cómo esa vez que me pediste que estuviera siempre a tu lado? ¿Cómo esa vez que me pediste que jamás dejara de quererte? —ella sentía que sus lágrimas iban a salir.
—Así es, como esa vez en la cual me hiciste caso. Ahora volverás a hacerlo, pero lo que te pido es que te olvides de mí —pedía el chico.
—No. No quiero hacerlo.
—¿Por qué no? —preguntó frustrado.
—¡Maldita sea porque no puedo! ¿Es que acaso te cuesta mucho entender eso?
—Escúchame bien… tienes que olvidarte de mi ¿okay? Es la única opción que tienes así que tómala.
—Sólo hay una condición con la cual pueda tomar esa opción.
—¿Cua..?
   Él no tuvo tiempo de continuar. Ella se le acercó y posó sus labios en los de él y se fundieron en un beso. Un beso desesperado.
—Ves. No has cumplido con la condición que te di —respondió triunfante la chica.
—No me dijiste cual era.
—Que no me respondieras el beso.

Solos.

—¡Jajaja! Espera—le pidió el chico.
Cerró la puerta de su casa y de inmediato tomó a su chica por la 
cintura y ella amarró las piernas alrededor de él. La llevó 
besando hasta su pieza mientras ambos reían. Sentían una pasión en 
el interior de ellos imposible de apagar, nacía en lo más profundo 
y se expandía por todo el cuerpo provocándoles un calor agradable. 
La chica lo empujó a la cama y se sentó sobre él mientras delicadamente 
le sacaba la polera.
—Eres… —comenzó a decirle él.
—¿Linda? —inquirió ella— ¿Hermosa? ¿La mejor del mundo?
—Ajá —respondió— todo eso —tomó el rostro de ella y la besó con rabia.
Ella intentó esquivar el beso de manera juguetona, pero de verdad le quería 
decir algo.
—Siempre me dices que soy todo eso, dime algo que jamás me hayas 
dicho —lo retó.
La verdad es que él no tenía nada en la cabeza. Sólo podía pensar 
en lo hermosa que era aquella mujer, y en las ganas que tenía 
de sacarle esa polera y toda esa ropa.
—Eres… —su voz sonó ronca— excitante.
Ella le dio una sonrisa torcida y esta vez sí lo besó como nunca 
lo había hecho. Enredó sus dedos en el pelo de él para que no quedara milímetro 
entre ellos, mientras él la tomaba por las caderas y comenzaba a 
levantarle la polera. Ella tímidamente levantó los brazos y 
dejó caer su ropa al suelo. No quería admitirlo pero llegados 
a este punto estaba nerviosa. Jamás se habían dado el lujo de 
llegar tan lejos, pero ahora parecía que ninguno de ellos se podía
controlar. Por la cabeza del chico no dejaban de fluir los 
deseos que tenía sobre ella, la amaba con todo su corazón y dar 
este paso era algo importante. Él lo sabía. Sin darse cuenta, él 
chico la tomó rápido y la acostó en la cama, con ternura comenzó a 
besarle el cuello, y fue en ese momento donde ella sabía que esto 
no pararía, ya no podían detenerse.
—Espera —lo detuvo.
—¿Qué pasa, cariño? —La cara de su chico irradiaba preocupación— lo 
siento… creo que las cosas se nos escapa…
—¿No hay nadie en tu casa? —preguntó ansiosa.
—Eh… no, estamos solos —y entonces él se dio cuenta que en los ojos 
de la chica no había preocupación, sino deseo.
—Perfecto —respondió ella y se lanzó nuevamente a besar a su 
chico y ambos dejaron que las cosas fluyeran esta vez sin detenerse…

Reencuentro.



Fueron 20 días. Todavía recuerdo lo feliz que estaba de hacer ese viaje en familia, lo emocionada que estaba de ver a todos mis primos y abuelos que hace tanto tiempo no veía. Iba a ser sólo un viaje en el cual recordaríamos viejos tiempos y la nostalgia nos ahogaría. Pero jamás pensé encontrarte a ti. Cuando te presentaron parecía como si ya te hubiera conocido, y en verdad era así, pero teníamos cinco años y luego de doce años no era fácil recordarlo. Creo que todos rápidamente dedujeron lo que pasaría ¿no crees? Por qué las bromas entre nosotros iban y venían al antojo de ellos. Solíamos encontrarnos en el lago. Íbamos todos a bañarnos en él, y al atardecer volvíamos solo los dos. Solías molestarme con lo mala que era pescando, me regañabas por no hacerlo bien y luego volvías a pedirme perdón por lo que me habías dicho, pero la verdad es que yo no me enojaba cuando me lo decías, claro que no. ¿Es que no te dabas cuenta de que cada vez que me pedías perdón me besabas? Ajá, me aprovechaba de cada situación para volver a sentir tus labios en los míos. Pero hay un día que jamás se me olvidó. Está tan grabado en mi cabeza que podría contarte lo que pasó cada segundo. Ambos sabíamos que en tu casa no habría nadie, y que en la mía no se preocuparían si una noche no la pasaba con ellos. Tus ojos me lo decían todo. Sabía que estaba enamorada de ti y tú de mí por lo que esa noche me dejé llevar. Cuando el último día llegó la despedida fue lo peor, espera… no hubo despedida porque no fui capaz de despedirme de ti. Sabía que no podría por lo que preferí no hacerlo y los dos años siguientes te recordé como mi único amor de verano. Muchas veces me pregunté si pensabas tanto en mí como yo en ti y si la idea de volver a verme te volvía loco o no. La verdad es que moría por escribirte o llamarte, pero el miedo me inundaba y el rechazo no era algo que quería sentir. Y ahora, luego de tres años de ese verano, te tengo aquí frente a mí. Sólo a unos cinco pasos de distancia. En este pasillo lleno de gente puedo reconocer tus ojos, tu pelo y esa sonrisa que comienza formarse en tu rostro. Mi corazón comienza a experimentar latidos desenfrenados y en mi estómago una lluvia de mariposas se ha alojado. Das esos pasos que nos separan y te quedas observándome. Tantas veces me cuestioné si de verdad me quisiste, si seguías pensando en mí pero ahora lo veo claramente en tus ojos. Brillan como esa vez que nos conocimos y me gritan lo que siempre quise saber. Veo como levantas una mano y luego te siento acariciándome la mejilla. Y cuando decido soltar una palabra tú me interrumpes diciendo lo que siempre soñé:
—Al fin te vuelvo a encontrar, cariño. 

Estúpidos.






—¡Jess!

Levanto la vista para ver quien me llamaba. ¿Él? ¡Él! ¿Qué hace aquí? ¡Dios está aquí!
Intento hacerme espacio entre todos los demás estudiantes. ¿Por qué habrá venido? Logro llegar hasta dónde está e involuntariamente sonrió como sólo lo sé hacer cuando esta él.

—Hola —susurro.
—Hola —asiente con una sonrisa y se acerca para darme un beso en la mejilla.
—¿Qué te trae por aquí? —pregunto atontada.
—La verdad es que iba pasando y… Vengo a verte a ti, obvio.

¡Dios, viene a verme a mí! ¡A mí! ¡A nadie más que a mí! A esta niña de 17 años que de seguro puede ser menos importante que otras cosas. ¡Pero viene a verme a mí!

—¿De verdad? O sea… ¿no tenías que trabajar ahora? —lo miro detenidamente.
—Tenía —sonríe, mientras sube las mangas de su camisa— He pedido la tarde. A la hora que salgo nunca logro verte.
Me sonrojo y miro al suelo.
—¿Querías verme? —pregunto emocionada.
—Cada segundo.

Alex toma mi mano y comienza a caminar por las calles. “No tengo idea de lo que haremos así que veamos a donde llegamos”, es lo que ha dicho, así que hemos caminado unos minutos hablando y comentado lo de siempre. Sentir su mano en la mía era uno de los tantos pasos que él se había atrevido a dar conmigo. Sabía lo cuidadoso que era ante una muestra de cariño. Según Fernanda, él no quería asustarme, por eso se tomaba todo con demasiada calma. “Jessica, imagínalo desde su perspectiva: ¿qué pasaría si tienes casi 30 años y te enamoras de una adolescente?” Ella tenía razón. Para él también debe ser difícil esta situación pero… ¿Por qué no… porque no había mostrado… ningún indicio de querer besarme? ¿Es que no quería llegar más allá?

—Toma —me tendió el helado.

Caminamos un poco más hasta llegar a una plaza. Decidimos tomar asiento en una de las bancas que había allí.

—Has estado un poco callada —comenta Alex.
—¿De verdad? —Digo sin mirarlo— No  me he dado cuenta…
De repente siento como su mano se posa en mi mentón y me hace girar para verlo, provocando que un gran estremecimiento recorra mi cuerpo.
—¿Qué es lo que pasa? —mira mi rostro detenidamente.
—Nada —digo nerviosa— No pasa nada.
Sigue observándome. ¿Qué es lo que estará pensando? ¿Qué me he vuelto loca? Pues la verdad es que sí.
—Jess…
—No pasa nada —insisto y alejo mi rostro de su mano.
¿Es que no logra verlo en mis ojos? ¿No se ven obvias las ganas que tengo de…? Uh. Ya iban siendo un par de semanas en que estaba claro que no éramos solos amigos. ¿O sí? ¡No! O si no, no nos veríamos tan seguido, no hablaríamos por teléfono, no… ¿Entonces? 

—Alex… —comienzo lentamente, pero sin girarme a él aún.
—Dime, cariño.
¿Cariño? ¡No podíamos ser sólo amigos si me llamaba así! Dios, estoy echa un lío.
—Tú… a ti te… —tartamudeo. 
—¿Qué es lo que pasa, Jess? Me tienes preocupado.
Ahora sí lo miro y veo que es verdad lo que dice. Está preocupado. Sus ojos se fijan en los míos intentando adivinar lo que pasa.

Callo nuevamente. Sigo observando su rostro. Mi corazón comienza a latir más de prisa ante lo que quiero hacer. ¿Y si me arriesgo? ¿Pierdo algo? Sí y no. Pero es que… Alex sigue mirándome sin entender lo que pasa. ¿Pierdo algo? Las cosas están claras: amigos no somos. ¿Pierdo algo? Tampoco somos novios. ¿Pierdo algo? Creo que nada. Corto la mínima distancia que hay entre nuestros cuerpos. Mi corazón se podría escuchar a cuadras de aquí. Okay, si pierdo algo por lo menos habré hecho lo que quería. Sin que se lo espere, corto la distancia y junto mis labios con los suyos. A continuación siento como si dentro de mí hubieran soltado una jaula de pájaros que ahora comienzan a revolotear adentro. Era mucho mejor de lo que me imaginaba. Pero hay que parar. Me alejo antes de los tres segundos. Y sí, la sorpresa está en su rostro. ¿Qué he hecho?

—Y-yo-o… —comienzo a tartamudear— Lo siento.

Tomo mi mochila y me levanto presa del pánico. ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho? ¿Cómo se me ha ocurrió besarlo? ¡Dios! Unas ganas de llorar me entrar, pero no alcanzo.

—¡Espera!

Alex se aparece al frente de mí impidiendo el camino.
Ahora sí que el miedo de mirarlo es aún mayor. Quiero salir corriendo de este lugar.

—Jess… tú…
Sin esperarlo una lágrima se me escapa. Mierda.
—¿Estas llorando? —nuevamente ese tono de preocupación en su voz.
Rápidamente es él quien limpia la lágrima de mi rostro.
—¿Por qué lloras?
—Porque soy una estúpida adolescente desequilibrada emocionalmente —sonrió.
Su expresión no parece dura. Si no cálida. No parece enojado. Si no contento. ¿Qué es lo que piensa?
—Alex  yo…
—Espera —me detiene— ¿puedo hacer algo antes?
—Eh… supongo —respondo sin entender.

Hasta que nuevamente tengo sus labios en los míos. ¡Me está besando! ¡A mí! Alzo mis brazos a su cuello como todas las veces en las que soñé con este beso. El sabor de sus labios es definitivamente el mejor de los dulces… ¿Por qué había demorado tanto en esto? Lentamente, después de varios segundos, nos separamos y sonreímos.

—No tienes ni idea cuanto ansiaba este  beso —admite.
—¡¿Entonces  por qué te demoraste tanto en dármelo!? —exijo.
Alex suelta una carcajada.
—Porque… soy un estúpido adulto que no se atreve a nada —sonríe.
—En algo concordamos: ambos somos estúpidos.
—Estúpidos enamorados. 

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Chile
Adolescente con muchos sueños en camino a cumplirlos. Soñadora empedernida que intenta vivir la realidad...